Historiando la Historieta

Los libros de historetas y las tiras cómicas constituyen uno de los géneros más leídos en la actualidad, tanto en nuestro país como en muchas otras naciones del mundo.
Si bien dicha modalidad de expresión aparece como un simple medio de entretenimiento, gran parte de las historietas publicadas distan de ser cómicas, y aunque muchas sí lo son, otras abordan una gran cantidad de temas: aventuras, historias policiales, románticas y eróticas, fantasía, historia, política, ciencia, heterogeneidad que conduce a pensar que albergan un objetivo más profundo que la mera diversión.
El fenómeno Asterix de los franceses Goscinny y Uderzo emblema de la historieta francesa, es el más claro ejemplo de la complejidad del género, al mostrar desde el humor, la revisión de la historia oficial, y la identidad misma de los diversos componentes de la nación francesa y sus gestas.

Su potencial educativo
La historieta incentiva fuertemente la imaginación del lector, provocando su activa participación, que se consolida a través de la vivencia de la historia, además de su texto y dibujos, con el aporte de su repertorio de imágenes internas. El compromiso del lector, produce una movilización emocional consciente o inconsciente hacia actitudes valores e ideales. Dadas las tendencias actuales de aceptación del mundo del niño, hay que tener en cuenta que las historietas forman parte de ese mundo.
Es indudable que existen historietas con contenidos superficiales o vulgares, que ciertamente no favorece la lectura. Pero existen también historietas con contenidos valiosos, dignamente tratados, con textos escritos de buen nivel en los que imagen y texto se complementan. Este tipo de historietas, no puede ser considerado como nocivo ni excluido por principio de los materiales aptos para desarrollar la capacidad de lectura.

Hoy se examina con interés, las potencialidades educativas de la historieta y de su posible incorporación a la enseñanza de determinadas áreas temáticas, como la historia, la literatura, la salud.
En este sentido la Organización Panamericana de la Salud (1984) recomienda la historieta como uno de los materiales impresos que gusta a muchas personas y por lo tanto permite entregar enseñanzas de salud en un formato ampliamente aceptado. Jofré (1986) demuestra que las historietas realizadas con plena autoconsciencia por parte de sus productores, pueden ser eficaces y positivos medios de educación.

Su historia:
El cómic es considerado un producto cultural de la modernidad industrial y política occidental que surgió en paralelo a la evolución de la prensa como primer medio de comunicación de masas. Pero su punto de partida se encuentra entre la aparición de la imprenta, en 1446, y de la litografía, en 1789.
Hacia finales del siglo XIX tanto en Europa como en Estados Unidos, los periódicos recurrían a diferentes incentivos con el fin de atraer el mayor número de lectores y, por consiguiente, controlar el mercado. La modernización de los sistemas de impresión en Estados Unidos permitió que a partir de 1893 se incluyera una página en color en los suplementos dominicales.

Series como Hogan’s Alley (1895) protagonizada por The Yellow Kid, The Katzenjammer Kids (1897) y Happy Hooligan (1899) fueron las que sentaron las bases del cómic actual, con las secuencias de imágenes consecutivas para articular un relato, la permanencia de uno o más personajes a lo largo de la serie y la integración del texto en la imagen, con los globos de diálogo.

Se considera a Norteamérica como la cuna del cómic, pues allí se inició a finales del siglo XIX su publicación de forma masiva en los periódicos, y también se empezaron a publicar los comics books (revistas de cómics). Pronto aparecieron personajes tan míticos como Popeye el marino (1929), Felix the Cat (1923), Mickey Mouse (1930) o Tom y Jerry (1942). Tal es su fuerza, que todos ellos marcaron a las generaciones posteriores.

A lo largo del siglo XX se popularizó el género alrededor del mundo, con creaciones tan diversas como Tintín (1930, Hergé), Astérix y Obélix (1959, Goscinny y Uderzo), Capitán Trueno (1956, Mora y Zaragoza) y Mortadelo y Filemón (1958, Ibáñez).

Asterix, se ha convertido en un clásico que trasciende generaciones, y nacionalidades, fenómeno que según su actual guionista Jean-Yves Ferri, es “gracias a la pureza de su guion, que si bien esta siempre cargado de referencias nunca dejaba de ser perfectamente claro. Y también gracias a sus dibujos plenos de energía que hace de ese pequeño mundo algo rebosante de vida”

La crisis mundial de 1929 impulsaría una renovación temática y estilística en la historieta estadounidense, de tal manera que, a pesar de la aparición de notables series de comedia como Li’l Abner (1934) de Al Capp, los siguientes años estarían marcados por las tiras de aventuras, tras el éxito de Buck Rogers (1929) de Dick Calkins, Mickey Mouse (1930) de Floyd Gottfredson o Dick Tracy (1931).

Frente al humorismo desprejuiciado, estas series abordan peripecias con grandes dosis de fantasía, bien haciendo uso de temas propios de la ciencia-ficción, bien recurriendo a unas ambientaciones evocadoras, como la selva, los castillos medievales o los bajos fondos de la ciudad contemporánea.
Muy pronto, el enfoque europeo adoptara esas fórmulas de probada eficacia. Su modelo, la historieta norteamericana de los años treinta, es el medio donde aparecen los primeros superhéroes, que décadas después ocuparán un sector fundamental del mercado del cómic internacional.

El inicio de las hostilidades con Japón y Alemania también favorecerá la dimensión propagandística del cómic estadounidense, de forma que otros personajes similares a Batman y Superman intervendrán, desde la ficción, en la Segunda Guerra Mundial, apoyando a las fuerzas movilizadas en el Pacífico y Europa. Un combatiente característico en este tipo de luchas es el Capitán América (1941), de Jack Kirby y Joe Simon, que utiliza sus enormes poderes en la lucha contra sus perversos enemigos nazis, o Blackhawk (1941), de Will Eisner y Chuck Cuidera.

Tras el conflicto mundial, no es fácil el retorno a la normalidad: “la vuelta a la paz fueron periodos de gran confusión y de intenso fermento intelectual. Las series de humor ya no eran tan divertidas; las series de aventuras parecían haber perdido su espíritu. Es comprensible que después de un conflicto a los humoristas les resultase un poco difícil ser graciosos. Los dibujantes de series de aventuras, por su parte, se enfrentaban a un problema todavía más complejo: comparadas con el heroísmo callado de millones de combatientes, famosos o anónimos, las hazañas de sus personajes de pronto aparecieron despreciables, fútiles y casi indecorosas.
Así nació la primera era de relevancia; la inquietud social y el compromiso personal se convirtieron en el lema de todos los medios de comunicación”

En la inmediata postguerra, títulos como Steve Canyon (1947), de Milton Caniff, heredan los elementos convencionales del cómic bélico con un sentido estereotipado que tiempo después discutirán Archie Goodwin y otros autores. Caniff, uno de los más prestigiosos dibujantes de cómics estadounidenses, aprovecha para transmitir su particular política, al igual que había sucedido en Johnny Hazard (1944), de Frank Robbins.
Tebeos norteamericanos como Pogo (1942), de Walt Kelly, y Carlitos y Snoopy (Peanuts, 1950), de Charles M. Schulz, reflejan, de forma sutil y menos explícita, inquietudes del norteamericano medio a través de animales antropomorfos, la fauna de los pantanos en el primer caso y el perro Snoopy en el segundo.

En ambos casos, los personajes se alejan de los estereotipos impuestos por Walt Disney, ofreciendo contenidos de cierta profundidad intelectual, mucho menos infantilizados de lo que haría presuponer su apariencia gráfica, propia del cómic para niños.

Son los años de tebeos como Hi and Lois (1954), de A. Morton Walker y Dik Browne, éste también un gran dibujante publicitario, aquel uno de los más influyentes creadores durante varias décadas
(queda su huella en Sam’s Strip, 1961; Boner’s Ark, 1968 o The Evermores, 1982, entre otras); el clásico satírico B.C. (1958), de Johnny Hart; The Wizard of Id (1964), de Hart y Brant Parker (del que cabe destacar Crock, 1975; o Goosemyer, 1980); Hagar the Horrible (1973), de Dik Browne, y otras muchas.

En Japón, gracias al éxito de las versiones en dibujos animados de Akira (1982-93), de Katsuhiro Otomo y Dragon Ball (1984-95) de Akira Toriyama, la historieta japonesa empezó a difundirse internacionalmente. Al día de hoy, el manga se ha consolidado en la sociedad occidental, llegando a ser imitado por autores estadounidenses y europeos y dando lugar a movimientos como el amerimanga o la nouvelle manga. Historietistas japoneses, como Jirō Taniguchi, ganan prestigiosos premios internacionales y lo que es más importante, la población juvenil occidental ha vuelto a interesarse masivamente por el medio, como no ocurría en Europa desde la postguerra.

Novela gráfica

Movimiento vanguardista del siglo XXI heredero de la historieta alternativa y con difusión internacional, como tal, implica una revolución de las historias abordadas, más allá de la revolución gráfica producida desde los años 70.​ Se diferencia del comic en que no incluye el comienzo, desarrollo y final de la historia en el mismo libro. Al ser típicamente una publicación periódica, cada número contiene una parte de la historia completa. El lector no puede, en un número, descubrir los personajes ni conocer la historia. Por el contrario, una novela gráfica tiende a cubrir una historia completa. Si los escritores o artistas deciden crear una secuela, esta contendrá igualmente una historia completa con su principio, desarrollo y final.

Si tenemos en cuenta la exhaustividad de la historia, es fácil deducir que la longitud de un cómic y una novela gráfica será diferente. Por regla general un cómic cuenta con entre 20 y 30 páginas y la mayoría se pueden leer en poco tiempo, de 10 a 30 minutos, lo que los hace ideales para disfrutar en corto períodos de tiempo libre. Las novelas gráficas pueden ser mucho más largas.
El comic en Argentina
Dada su proyección internacional, quizá el cómic argentino sea el más difundido de Latinoamérica
En Argentina, tardíamente los diarios incorporaron historietas en sus páginas y, al comienzo, esas historietas fueron de origen norteamericano. Y así fue como el género se abrió paso en las revistas. Al principio se trataba sólo de un suplemento sin importancia, pero luego el fervor del público fue transformando ese desinterés inicial en una necesidad.
Antes de 1810, se encuentran unas ilustraciones satíricas referidas a los políticos de esa época. Las primeras historietas "secuenciales" y con personajes fijos que perduraran aparecían en Caras y Caretas. Pasa a la prensa diaria recién en 1920, cuando el diario La Nación empieza a publicar tiras. El diario más importante para el género es Crítica, que desde mediados de la década del ‘20 y a lo largo de la del ‘30 albergará lo mejor de la producción nacional y extranjera. Es donde aparece un personaje secundario que más tarde se transformaría en uno de los más famosos de nuestra historieta: el indio Patoruzú, que tendrá su propia tira en La Razón, en 1931.
No hay que olvidar la creación de las primeras "revistas" de historietas en 1928: “El Tony” de Editorial Columba, la que fue precedida por “Las páginas de Columba”, fundada en la década del ‘30, Patoruzú de 1936 y Billiken (1919) que albergó a la historieta infantil desde sus inicios.

                             

En la década del ‘40 comienza la "Época de Oro" de la historieta nacional marcada por la aparición y consolidación de la historieta "seria", "adulta", que le valdrá el mote de "literatura dibujada", que se apoya en la fundación, en 1945, de la revista Intervalo, que viene a llenar el bache y completa el espectro que se da con Billiken, para los chicos, Patoruzito, para los jóvenes e Intervalo, para los adultos.
En los años ‘50 se afianza esta edad de oro, con la aparición de dos figuras fundamentales para la historieta argentina, que comenzarán a destacarse en los primeros años de la década y que, de alguna manera, iniciarán lo que después se conoció como "comic de autor": el guionista Héctor Germán Oesterheld, que comienza a publicar en Editorial Abril, y el dibujante Hugo Pratt, que empieza a dibujar "Sargento Kirk" en 1954, con guiones de Oesterheld.
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Además aparecen revistas como Pimpinela, Hazañas, Fantasía, D’Artagnan, Bucaneros, etc. A partir del año 1957 aparecen nuevos artistas que rompen con el instaurado modelo norteamericano. Nacen “Hora Cero” y “Frontera”, fundadas por Héctor Germán Oesterheld. También contaba con la participación de Hugo Pratt, Alberto Breccia, Solano López, Arturo del Castillo, José Muñoz, Leo Durañona y Juan Giménez. Ese mismo año debuta “El eternauta”, un comic de ciencia ficción que se convirtió en un hito de la historieta Argentina.
                    
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Llegada la década del ’60, la historieta Argentina empieza a decaer debido a la llegada de revistas extranjeras, a precios muy bajos y con mejor calidad de impresión. La única editorial que logra subsistir es Columba a costa de bajar su calidad de edición, reducir la periodicidad de sus publicaciones y reemplazando las historietas continuadas por las aventuras completas.
A pesar de este proceso de decadencia, en 1962, Oesterheld crea junto con Alberto Breccia Mort Cinder. Pero el hecho más sobresaliente ocurre en 1963 cuando aparece Mafalda, creada por Quino.

El inicio de la década del ‘70 se caracteriza como el retorno de la historieta. El gran artista internacional Guillermo Mordillo comienza su próspera carrera. En 1971 nace “Hortensia”. Allí, Fontanarrosa publica por primera vez a el gaucho "Inodoro Pereyra" y "Boogie, el aceitoso". En 1973 aparece “Yo Matías”, de Sendra, siendo considerado como el sucesor de Mafalda. En 1974 la revista Mengano incorpora en el Suplemento de Humor Negro del mensuario Satiricón al artista Sanyú. Cabe destacar que en 1975 el artista argentino Copi, radicado en París, comienza sus trabajos historietistas.
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Década del ’80. Aparece la revista Superhumor, que era un suplemento de la publicación Humor, con asesoramiento de Carlos Trillo, Guillermo Saccomanno y Juan Sasturain, que querían una revista con material exclusivamente argentino. Allí se publican las clásicas de Trillo-Altuna (ver: El último recreo), entre otras. Clarín se convierte en el medio periodístico que instalará durante la década a los más grandes historietistas del país: Quino, Fontanarrosa, Crist y Caloi.
En 1984 se llevó a cabo un concurso por medio de la revista Fierro denominado “Fierro busca dos manos”. El ganador en la categoría de dibujo fue un joven rosarino de 15 años que firmaba como Max Cachimba y en la categoría de escritura ganó Pablo De Santis. Luego, en 1985, El Tomi aparece en la revista con su comic “Polenta con pajaritos”.

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Los años ‘90 se caracterizan por la consagración definitiva del historietista argentino a nivel mundial. Artistas como Enrique Alcatena, Francisco Solano López o Leo Durañona, Ariel Olivetti y Pablo Raimondi son contratados por Marvel y D.C. para dibujar o entintar algunos de sus títulos.
                                                 
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En 1993 muere Alberto Breccia considerado uno de los más grandes historietistas argentinos.
En 1995 muere Hugo Pratt, otro de los grandes historietistas a nivel internacional.
Desde 1999, Tute ,creador del personaje Batu (ver Batu 6) e hijo de Caloi, publica en el diario La Nación, una página en su revista dominical y el cuadro Tutelandia en la contratapa del diario.
                       
El siglo XXI llega con grandes artistas y proyectos muy fructíferos para el género historietista. Desde 2001 el artista Gauld (ver: un policía en la luna) lleva publica su trabajo y ha recorrido un largo camino hasta verlo en medios como The New Yorker, donde también colabora como ilustrador.
En 2015 llegaría, en la nueva revista “Fierro”, un nuevo trabajo de Salvador Sanz: “El esqueleto”, que era un cómic donde un vegetariano debía lidiar con carnívoros caníbales.
En 2016, de la mano de editorial Sigilo, María Luque publicó su primera novela gráfica sobre el pintor Cándido López y la Guerra del Paraguay (ver: la mano del pintor).
Este año la editorial Sudamericana presentó Dis-tinta un libro de lo mejor de la historieta argentina del siglo XXI y de la enorme diversidad de estilos gráficos y narrativos que la caracteriza, a través de un recorrido por la obra de treinta y tres dibujantes. Con selección, prólogos y presentaciones del dibujante Liniers y del periodista Martín Pérez (ver Dis-tinta).

Hay muchos otros grandes historietistas que se destacaron a lo largo de la historia como: Carlos Nine, Art Spiegelman, Martin Taskar, Sarah Glidden, Diego Jourdan Pereira, Bárbara Stok, Nik, etc.







 MUNDUS MÚSICA LES DESEA:


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