Esta es una historia que conocemos todos, que venimos de chicos o que vimos centenares de adaptaciones para chicos en la tele. Incluso de dibujitos. Y, por eso, es difícil empezar a leerlo sin ningún preconcepto. Sobre todo porque ya sabemos cómo termina. Pero el mensaje es eterno.
Lo que en un comienzo me hizo seguir leyendo (debo admitir) fueron las ilustraciones. Y me fasciné con el hecho de comparar los detalles de las descripciones de las escenas y ver como fueron llevadas a la ilustración. Y cada una era un mundo nuevo.

Si nos tocara ser Scrooge y poder dar un vistazo a las Navidades pasadas y lo que odiamos de estas suelen ser las discusiones, las peleas o que nos vimos forzados a ir a donde no queríamos. Bueno, tomémoslo como una enseñanza. Vayamos a donde nos invitan aunque haya gente que no nos caiga bien y démosle una oportunidad más de entendernos. Seamos tolerantes y bondadosos. Y no, esto no es ser hipócrita, no es fingir que todos nos caen bien o que a todos los queremos por igual o que somos una gran familia feliz. Es simplemente convivir. Es demostrar que no somos egoístas y podemos poner en pausa nuestros deseos en beneficio de otros, o mejor dicho para un beneficio común: pasar una noche en paz rodeado de gente que queremos (que quizás quiere a gente que no queremos tanto)
Y si, como dice el fantasma de las navidades pasadas, a todos los espíritus se les exige que caminen entre sus prójimos en vida y si no lo hace será condenado a hacerlo después de la muerte. Usemos este tiempo para caminar entre nuestros prójimos y tratar de entender el mundo desde su propio punto de vista. Quizás sigamos sin estar de acuerdo pero pasamos a entenderlos, y sino por lo menos lo intentamos. Y podemos pasar el resto del año con nuestros verdaderos amigos: en el caso de Scrooge: Ali Baba, Robinson Crusoe Y Viernes. En el mio: Alicia, Kathy H., Sakumi Sumire y Muy.
(Gracias a dios que existe el resto del año)
0 comentarios:
Publicar un comentario