Después de haberla leído (incluso ni bien la empecé) quedó en
evidencia porque Minae Mizumura es la antípoda de Haruki Murakami. Dos
brillantes exponentes de la literatura japonesa contemporánea pertenecen
a mundos diferentes. Murakami es especialista en describir sensaciones
muy sutiles en una atmósfera onírica, mientras que Minae Mizumura
describe implacablemente un mundo concreto, no deja de lado las
emociones ni los sentimientos pero su lectura de los acontecimientos se
asemeja casi a un relato histórico. Lo que narra (al margen de si
sucedió o no) es real, tan real como la vida misma. Ningún suceso es
blanco o negro, no en la vida real por lo menos, y Mizumura se encarga
de narrar desde el punto de vista blanco y desde el negro y ni una pista
de cual es “verdadero”. Sus personajes son humanos y siempre tienen una
lectura soslayada de las cosas, tamizada por sus realidades por sus
sentimientos.
Mizumura, no solo narra los acontecimientos de la vida de sus protagonistas sino también un desarrollo histórico del Japón y sus cambios luego de la Segunda Guerra Mundial, donde toda la sociedad japonesa empezó a sufrir grandes cambios de paradigma. Entre la generación adulta durante la segunda guerra mundial, la que era todavía infantes y los niños nacidos luego de la guerra hay un abismo casi inzanjable.
Después de todo lo dicho es imposible pensar que un final feliz puede llegar. Pero, ¿consiguen ser felices los personajes? Para responder esto (al igual que en la vida misma) es necesario realizar un recorte de tiempo: de esta época a esta otra, sí. ¿Pero alcanzan LA felicidad? Esta novela real, es eso: una novela de la vida real.
Al terminar de leer el libro queda una sensación áspera de desilusión. Pero, a la vez, una felicidad profunda basada en recuerdos, como si los recuerdos narrados en la novela pasaran a ser los propios; como si uno hubiera sido un testigo encubierto de todos estos hechos, y compartiera con los protagonistas cierta complicidad.
Mizumura, no solo narra los acontecimientos de la vida de sus protagonistas sino también un desarrollo histórico del Japón y sus cambios luego de la Segunda Guerra Mundial, donde toda la sociedad japonesa empezó a sufrir grandes cambios de paradigma. Entre la generación adulta durante la segunda guerra mundial, la que era todavía infantes y los niños nacidos luego de la guerra hay un abismo casi inzanjable.
Después de todo lo dicho es imposible pensar que un final feliz puede llegar. Pero, ¿consiguen ser felices los personajes? Para responder esto (al igual que en la vida misma) es necesario realizar un recorte de tiempo: de esta época a esta otra, sí. ¿Pero alcanzan LA felicidad? Esta novela real, es eso: una novela de la vida real.
Al terminar de leer el libro queda una sensación áspera de desilusión. Pero, a la vez, una felicidad profunda basada en recuerdos, como si los recuerdos narrados en la novela pasaran a ser los propios; como si uno hubiera sido un testigo encubierto de todos estos hechos, y compartiera con los protagonistas cierta complicidad.
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