Ya muchos se habrán dado cuenta de mi pequeña fascinación por el ilustrador y también cuentista Edward Gorey, gracias a una reseña anterior de Pequeños Macabros. Pero esta vez, estas palabras vienen a raíz de Tres damas junto al mar con textos de Rhoda Lavine.

Tres mujeres viven junto al mar. Dos de ellas se preocupan por la tercera que siempre vive colgada de un árbol. Y, a pesar de sus vanos intentos, no consiguen que Alicia descienda del árbol.

Por un lado, desde el punto de vista estético, Tres damas junto al mar es el mejor ejemplo de que, a veces, menos es más. Con una delicadeza única y una cantidad de elementos mínimos, en cuanto a trazo y color, Gorey consigue transmitir toda la dulzura y romanticismo que emana el texto.

Por otro lado, se muestra como es intrínseco del ser humano no comprender lo diferente a uno e intentar modificarlo. ¿Por qué deberían intentar que Alicia bajara del árbol? ¿Por qué esperaban que Alicia fuera como ellas?

¿La historia sería igual si en vez de tres damas fueran tres hombres? De seguro no tendría ningún sentido. De todas formas, las respuestas a estas preguntas realmente no importan, no van modificar el cuento ni la enseñanza final.

A esta altura de la historia me resulta difícil de entender que nos cueste tanto (como sociedad, y como seres humanos) aceptar lo que nos es diferente, siempre y cuando no determinen nuestra vida. Nunca nada más cierto que lo único que limita nuestra libertad son las libertades ajenas.
Y, en definitiva, hoy en día, ser mujer también significa tener la libertad de elegir qué tipo de mujer una quiere ser sin imponerle a las demás ningún tipo de convicción y sin menosprecio. Esa es la libertad y el feminismo; no soy más por trabajar en el mismo ambiente que los hombres o ser la única mujer en un trabajo típicamente de hombres ni soy menos si por elección propia y autodeterminación decidí organizar mi vida en torno a mi hogar. Ninguna de las dos posiciones te garantiza el respeto de los demás de por sí. La única manera de ganarse eso es la integridad personal.

Por Tanuki Yuki.

De chica siempre me pareció que el comic argentino era algo de adultos, como el tango, que uno lo respeta y entiende el valor, pero que a la vez lo encuentra ajeno, y en cierto modo nostálgico, melancólico y añorante de un tiempo que no va a volver.
Sin embargo crecí leyendo Las Aventuras de Tintín y Asterix y Obelix, pero también pensaba que eran libros de varones, a los que accedía simplemente porque para mi papá era más fácil regalarme ese tipo de cosas (y con esto quiero decir libros y de varones, cosas que él conocía bien). Igual me encantaban.

Pasaron los años y esas historietas quedaron atrás, y encontré el manga (obvio bien de nena Sakura Card Captor y todo CLAMP) y de adolescente cae en mis manos (de nuevo mi papá) Cibersix, que realmente no sé cuánto impacto ni que tan bien recibido fue, pero a mí me encantaba, con esta sensación de que estaba leyendo algo medio prohibido y nada adecuado para mi edad, y que al fin veía una mujer protagonista fuerte. Claro las de manga también son fuertes y rositas a la vez, pero CIbersix no era nada rosita. Era adulta. Pero así como llegó, un día desapareció. Y pareciera que de nuevo había tenido un pequeño agujero por donde pispiar un ultramundo más interesante y me lo habían cerrado y no sabía cómo volver ahí.
Así que, pasaron los años (muchos) y me concentré en leer otras cosas, pero por una de esas casualidades de la vida (también llamadas papá) en una misma semana caen en mis manos: Wires and Nerve (primera novela gráfica de Marissa Meyer, autora de la saga Crónicas Lunares) y Dis Tinta;

(ya me había encontrado con algunos libros de Decur y con El topo ilustrado y me parecieron mágicos pero no sabría muy bien si ponerlos en la misma categoría. Además caían tan esporádicamente que no sabía muy bien dónde ubicarlos).

Por un lado el estilo de Wires and Nerve (editorial V&R) más moderno, mucho más millennial y a la vez bastante desconocido porque relata en cuadritos una novela. Más que entretenida y súper recomendable, pero le faltaba la chispa y el humor y la ironía que yo estaba esperando en una historieta.

Ahora Dis Tinta, ¿qué decir de Dis Tinta?. Me quedé maravillada, obvio que evidentemente soy nueva en este submundo del humor. Pero vaya que me lleve una sorpresa. Dis Tinta es la recopilación de 33 representantes de la historieta argentina moderna.

Compilación realizada por Liniers (como todos saben el autor de Bonjouor, entre tantas otras cosas) y Martin Pérez (editor de Radar). 33 artistas argentinos, con estilos diferentes y únicos, distintas edades, tratando problemáticas de índoles variadas y haciéndole frente a las vicisitudes de la vida de maneras diferentes. Y a pesar de tantas diferencias, los ves unidos con esta intención de seguir haciendo lo que aman y aportar al mundo ese toque de humor con el que tenemos que ver todas las desgracias para salir adelante.

Irónicos e irreverentes, pero sin un pelo de tontos; 33 estilos de dibujos inigualables donde hasta creo que puedo adivinar como se ve el ilustrador con solo ver su dibujo (como los perros que se parecen a los dueños). Y pareciera que 33 personas hicieron un huequito en la pared de su casa para que pudieras ver un poco de su intimidad. ¡Apúrense a leerlo que nadie sabe cuándo se tapa otra vez!


Me quede enamorada de más de uno y googleo todo lo que puedo para seguir leyendo los que más me gustaron. Pero no me atrevería a dar nombres ya que creo que si releo Dis Tinta me voy a enamorar de otros y así a lo largo de los años cada vez que relea este compilado.

A ver si esta vez logro entrar para no salirme nunca más.


Libros del tema recomendados:
- "Smillas" vol. 1, vol. 2, vol. 3 y "¡Pipí cucu!" de Decur
- El topo Ilustrado vol. 1, vol. 2 y vol. 3, de Tobías Schleider y Cristian Turdera
- Pequeño mundo verde de María Martha Estrada y Liniers
- En el bosque cuentos de hadas, Dis Tinta de Liniers y Martin Pérez.


Por Tanuki Yuki.