Power House Arena (37 Main St) en Brooklyn. No solo es un lugar donde se realizan muestras de arte y performances super concurridas sino que tiene una gran selección de libros, agendas, cuadernos, postales, y millones de cosas más. Todos en inglés. Pero lo que más me sorprendió es encontrar un pequeño sector dedicado a la venta especializada de libros autografiados por sus autores.

Lugar organizado por la editorial power House Books, la Arena fue lanzada en DUMBO Brooklyn. Y realmente es un espacio único donde conviven todo tipo de arte a pasos del Puente de Brookyn. Podes encontrar eventos literarios: firma de libros, meet and greet y lecturas con escritores contemporáneos, incluso el ganador del premio Pulitzer el poeta Tracy K. Smith realizó algunos eventos en este sitio. Otros nombres que pasaron por este hermoso lugar son Spike Lee, Jessica lange y Moby.

Un lugar hermoso donde siempre sucede algo interesante para participar y donde no te alcanzan los días para decidirte cual de todos los libros vuelve a casa con vos.


Próximo post: Kinokuniya Bookstore

Muchas veces vivimos la ciudad de Buenos Aires como los papás del pequeño Brown, de subte en subte y de ascensor en ascensor. Creo que sobre todo para los adultos porteños, pareciera casi inevitable que las paredes del subte sea lo que más veamos durante la semana. Pero para que eso cambie medio que habría que cambiar toda la organización de la vida (lo cual estaría buenísimo pero supera ampliamente las posibilidades de esta autora en particular y de este blog en sí). Asi que mi Plan b para solucionar algunas cosas es mucho más asequible.

Para los que ven el Instagram o el Facebook, verán que tengo una selección de libros Green related,
relacionados con nuestros jardines y plantas, y esos pequeños universos verdes que creamos en algún rincón de nuestra casa. Solo por mencionar el que más me maravilló Soy un Jardín de Florencia Delboy.

Pero muchas veces nos olvidamos de la verdadera naturaleza de Buenos Aires y de donde habitamos.Vemos turistas mirando las Galerías Pacífico, o cruzando la 9 de julio y pensamos “¿a qué vienen acá?”. Creo que en el único memento que no pienso eso es cuando los veo fotografiando el teatro Colón. Pero, acá es donde entra el libro de Mercedes Villalba: ¡que tan poco vemos lo que nos rodea! Vamos a Europa y nos maravillamos por sus calles y sus edificios. Pero acá nos quejamos del tránsito, de los cortes, de la mugre de las calles, del amontonamiento de gente. Y no digo que no tengamos razón, ciertamente la tenemos. Lo que digo es que somos muy argentinos en taaaantas cosas. Qué poco aprovechamiento que hacemos de los bienes que tenemos. Tenemos mucho a favor y pareciera que nos dormimos en los laureles con eso y no lo exprimimos para conseguir lo mejor que podemos.

Tenemos calles hermosas e históricas llenas de mugre, tenemos edificios que son obras de arte, abandonados y museos de primer nivel mundial para que te roben en la esquina. Si estamos rodeados de belleza, ¿cómo nos puede costar tanto perfeccionar todo? Y esto no va solo a los gobernantes, con medidas para mejorar las calles, los lugares públicos, la inseguridad y la pobreza. Esas son las medidas de mayor escala que nos superan a muchos de nosotros.

Pero nosotros también fallamos en lo mínimo y esto también desmerece lo hermoso que es Buenos Aires, tiramos basura en el piso, cruzamos y estacionamos por cualquier lugar se pueda o no y nos paramos en el medio de la calle aunque haya una multitud transitando. Si ya sé, al lado de la inseguridad y la pobreza son medidas mucho muuuucho menos prioritarias. Pero están en el cotidiano. ¿No nos da cosa tirar un papel en el medio de la calle cuando enfrente tenés un edificio como el Palacio Barolo? Aunque sea por respeto a la historia, a la belleza.

Toda la ciudad en sí, con cada rincón es el logar que habitamos y que haba de nosotros. Y en el estado de las cosas ¿Qué nos dice? Que los gobernantes hagan las cosas mal, allá ellos, la próxima votaremos a otros, hoy marcharemos por causas justas, pero que dice de nosotros, una a favor, marchamos por causas justas, una en contra destrozamos todo a nuestro paso. ¿Qué sería de Buenos Aires  y de la Argentina si todos intentáramos ser mejores sin mirar lo que hacen los otros?

Estamos rodeados de belleza y de valores, como porteños y como argentinos ahora por que no terminamos de aprovecharla,  no sólo por la imagen que damos sino también por la imagen que queremos ver cuando salimos a la calle cada mañana. No sólo calles más limpias, sino una sociedad más solidaria. Y aclaro la solidaridad pasa por todos lados. Por un cause ancho y torrentoso de ayudar al prójimo que pasa hambre y por un cause más chico y calmo que es ser considerado con quienes nos rodean desde el “hola, buenos días” hasta los papeles y hasta el mal humor esparcido a mansalva sin razón.

Soy consciente de que no todos lo van a hacer, sino viviríamos en un mundo idílico. Muchos van a decir cosas como “tal o cual me puso mala cara así que lo ubique de un grito” o “si el me habla mal  ¿por qué yo no?”. No hace falta ser católico para comprender la importancia de poner la otra mejilla,  tampoco para tratar de ser una mejor versión de nosotros mismos.

Y cuando no tengamos ya fuerzas para dar el ejemplo, siempre hay un jardín o un hueco en casa donde refugiarnos hasta poder salir a la vida diaria y encarar lo que nos toque con una sonrisa. Igual
siempre habrá días en los que fallemos, somos humanos. Por eso cuando alguien falle con nosotros, lo primero que deberías pensar hoy le pasa a él, mañana a mí. Y si tenemos un resto de energía, comprender, perdonar y seguir con otra cosa. Así la convivencia entre nosotros será mucho más llevadera y podremos concentrar nuestras fuerzas en modificar las cosas más profundas y relevantes. El enojo, los nervios y la ansiedad sólo llevan al desgaste de energía, y a la intolerancia y la falta de compasión y empatía.

Les dejo a los arquitectos más lúcidos (que los hay y existen) el aprovechamiento de los espacios urbanos y el desarrollo y organización de las ciudades que favorezcan la vida de los hombres. Una vez Le Corbusier planteó cierto tipo de viviendas...

Ya muchos se habrán dado cuenta de mi pequeña fascinación por el ilustrador y también cuentista Edward Gorey, gracias a una reseña anterior de Pequeños Macabros. Pero esta vez, estas palabras vienen a raíz de Tres damas junto al mar con textos de Rhoda Lavine.

Tres mujeres viven junto al mar. Dos de ellas se preocupan por la tercera que siempre vive colgada de un árbol. Y, a pesar de sus vanos intentos, no consiguen que Alicia descienda del árbol.

Por un lado, desde el punto de vista estético, Tres damas junto al mar es el mejor ejemplo de que, a veces, menos es más. Con una delicadeza única y una cantidad de elementos mínimos, en cuanto a trazo y color, Gorey consigue transmitir toda la dulzura y romanticismo que emana el texto.

Por otro lado, se muestra como es intrínseco del ser humano no comprender lo diferente a uno e intentar modificarlo. ¿Por qué deberían intentar que Alicia bajara del árbol? ¿Por qué esperaban que Alicia fuera como ellas?

¿La historia sería igual si en vez de tres damas fueran tres hombres? De seguro no tendría ningún sentido. De todas formas, las respuestas a estas preguntas realmente no importan, no van modificar el cuento ni la enseñanza final.

A esta altura de la historia me resulta difícil de entender que nos cueste tanto (como sociedad, y como seres humanos) aceptar lo que nos es diferente, siempre y cuando no determinen nuestra vida. Nunca nada más cierto que lo único que limita nuestra libertad son las libertades ajenas.
Y, en definitiva, hoy en día, ser mujer también significa tener la libertad de elegir qué tipo de mujer una quiere ser sin imponerle a las demás ningún tipo de convicción y sin menosprecio. Esa es la libertad y el feminismo; no soy más por trabajar en el mismo ambiente que los hombres o ser la única mujer en un trabajo típicamente de hombres ni soy menos si por elección propia y autodeterminación decidí organizar mi vida en torno a mi hogar. Ninguna de las dos posiciones te garantiza el respeto de los demás de por sí. La única manera de ganarse eso es la integridad personal.

Por Tanuki Yuki.

De chica siempre me pareció que el comic argentino era algo de adultos, como el tango, que uno lo respeta y entiende el valor, pero que a la vez lo encuentra ajeno, y en cierto modo nostálgico, melancólico y añorante de un tiempo que no va a volver.
Sin embargo crecí leyendo Las Aventuras de Tintín y Asterix y Obelix, pero también pensaba que eran libros de varones, a los que accedía simplemente porque para mi papá era más fácil regalarme ese tipo de cosas (y con esto quiero decir libros y de varones, cosas que él conocía bien). Igual me encantaban.

Pasaron los años y esas historietas quedaron atrás, y encontré el manga (obvio bien de nena Sakura Card Captor y todo CLAMP) y de adolescente cae en mis manos (de nuevo mi papá) Cibersix, que realmente no sé cuánto impacto ni que tan bien recibido fue, pero a mí me encantaba, con esta sensación de que estaba leyendo algo medio prohibido y nada adecuado para mi edad, y que al fin veía una mujer protagonista fuerte. Claro las de manga también son fuertes y rositas a la vez, pero CIbersix no era nada rosita. Era adulta. Pero así como llegó, un día desapareció. Y pareciera que de nuevo había tenido un pequeño agujero por donde pispiar un ultramundo más interesante y me lo habían cerrado y no sabía cómo volver ahí.
Así que, pasaron los años (muchos) y me concentré en leer otras cosas, pero por una de esas casualidades de la vida (también llamadas papá) en una misma semana caen en mis manos: Wires and Nerve (primera novela gráfica de Marissa Meyer, autora de la saga Crónicas Lunares) y Dis Tinta;

(ya me había encontrado con algunos libros de Decur y con El topo ilustrado y me parecieron mágicos pero no sabría muy bien si ponerlos en la misma categoría. Además caían tan esporádicamente que no sabía muy bien dónde ubicarlos).

Por un lado el estilo de Wires and Nerve (editorial V&R) más moderno, mucho más millennial y a la vez bastante desconocido porque relata en cuadritos una novela. Más que entretenida y súper recomendable, pero le faltaba la chispa y el humor y la ironía que yo estaba esperando en una historieta.

Ahora Dis Tinta, ¿qué decir de Dis Tinta?. Me quedé maravillada, obvio que evidentemente soy nueva en este submundo del humor. Pero vaya que me lleve una sorpresa. Dis Tinta es la recopilación de 33 representantes de la historieta argentina moderna.

Compilación realizada por Liniers (como todos saben el autor de Bonjouor, entre tantas otras cosas) y Martin Pérez (editor de Radar). 33 artistas argentinos, con estilos diferentes y únicos, distintas edades, tratando problemáticas de índoles variadas y haciéndole frente a las vicisitudes de la vida de maneras diferentes. Y a pesar de tantas diferencias, los ves unidos con esta intención de seguir haciendo lo que aman y aportar al mundo ese toque de humor con el que tenemos que ver todas las desgracias para salir adelante.

Irónicos e irreverentes, pero sin un pelo de tontos; 33 estilos de dibujos inigualables donde hasta creo que puedo adivinar como se ve el ilustrador con solo ver su dibujo (como los perros que se parecen a los dueños). Y pareciera que 33 personas hicieron un huequito en la pared de su casa para que pudieras ver un poco de su intimidad. ¡Apúrense a leerlo que nadie sabe cuándo se tapa otra vez!


Me quede enamorada de más de uno y googleo todo lo que puedo para seguir leyendo los que más me gustaron. Pero no me atrevería a dar nombres ya que creo que si releo Dis Tinta me voy a enamorar de otros y así a lo largo de los años cada vez que relea este compilado.

A ver si esta vez logro entrar para no salirme nunca más.


Libros del tema recomendados:
- "Smillas" vol. 1, vol. 2, vol. 3 y "¡Pipí cucu!" de Decur
- El topo Ilustrado vol. 1, vol. 2 y vol. 3, de Tobías Schleider y Cristian Turdera
- Pequeño mundo verde de María Martha Estrada y Liniers
- En el bosque cuentos de hadas, Dis Tinta de Liniers y Martin Pérez.


Por Tanuki Yuki.


 

Pueden encontrar su estatua en el Central Park. Y una anécdota extra, relacionada con Alicia y con los libros. Estaba de camino a ver el Monumento al General San Martín y me cruzo con una pequeña galería que tenía en la vidriera obras de Damien Hirst (no debía ser tan pequeña). 

Entré deslumbrada por otras obras y al final casi que pasaba desapercibida encuentro la escultura de Salvador Dalí de Alicia en el País de las Maravillas.

En mi primer año de facultad en la Universidad Nacional de las Artes se estaba realizando una retrospectiva de Dalí en el Museo Nacional y con lo poco que tenía encima compre una lámina de la foto de esta escultura.


Alicia fue siempre mi lugar en el mundo y siempre que me encuentro con algo relacionado lo considero “una señal” de que estoy en el lugar correcto en el momento indicado. Esta escultura en el fondo de esta galería fue como un baldazo de agua fría. Emocionada, le cuento a la persona a cargo de la galería mi situación (me encuentro de luna de miel, y esa escultura fue el puntapié inicial para estudiar y dedicarme al arte). Su reacción fue increíble (y creo que esto sólo pasa en Manhattan). Fue al depósito y salió con dos libracos (porque no hay una manera más apropiada de describirlos) sobre las esculturas de Dalí y me los regaló.


Continué mi recorrido por el Central Park cargando dos libros que pesaban casi más que yo pero no me importó en lo más mínimo, nunca me sentí menos cansada que ese día cargando esos libros. Y nunca voy a poder agradecerle lo suficiente.
Hoy buscando la dirección (por que con tanta emoción durante el viaje ni me fijé como se llamaba la galería ni en qué calle estaba), no me podía permitir escribir esto sin dar los datos exactos de donde sucede la magia, encontré que la galería era Bartoux (104 Central Park).


Si alguno que conoce a alguien de Bartoux (y la teoría de los 6 grados es cierta): ¡gracias!, nunca voy a poder agradecerle lo suficiente.

Hoy, ya desde Buenos Aires, casi todo parece un sueño y la única realidad posible es cuanto tengo que ahorrar para poder volver a irme de viaje porque siempre quedan cosas pendientes por descubrir.

Le dije que no los podía aceptar pero insistió. Ya llena de felicidad y con la voz quebrada de la emoción le contesté que me hizo el viaje, el mes, el año,.. ya no sabía cómo agradecerle el increíble gesto que tuvo y como explicarle lo que significaba para mí. Creo que lo conseguí porque cuando se despedía casi nos ponemos a llorar.

Debo admitir que me acerqué a este libro porque me atrajo la tapa.
Cuando era chica mi papá me había dicho que había varias maneras de elegir un libro:
1. Conocer al autor.
2. Haber leído una recomendación o algo por el estilo
3. Por la tapa.

Si, la última suena medio extraña pero venía con una aclaración: Si lo elegís por la tapa y cuando lees la pequeña sinopsis del reverso te interesa; leerlo es una apuesta. Realmente no sabes con que te vas a encontrar.

Y eso fue con este: linda tapa, hermoso interior con dibujos en los márgenes como diario íntimo y me intereso que me gustaban muchas de las figuras a las que les escribía la protagonista Judy Garland, Amy Whinehouse y River Pheonix, entre otros. Lo primero que pensé es: por favor no seas una especie de autoayuda camuflada en diario adolescente para ayudar a develar preguntas como: ¿Por qué nos morimos?

Bueno algo así pero un poco mejor. Más como un modo de intentar sobreponerme a algo malo, desde la visión adolescente; ya que a la protagonista se le murió la hermana mayor en un accidente automovilístico.

Lamentablemente para mi estoy lejos de la adolescencia y tengo edad para ser un adulto 😑 (don‘t grow Up it‘s a trap!). Pero son pequeñas cosas que hacen pensar que ya no veo el mundo como lo veía y ni siquiera me di cuenta cuando cambió. Lo primero que pensé al leer esto es que era muy triste… ¿Por qué someter a un adolescente a meditar sobre la vida y la muerte? ¿Y sobre la muerte de un ser querido? Y pensé que solo se lo recomendaría a alguno si ya estuviera pasando por una situación así.

Y lo relacione con todo el debate que generó 13 reasons why. La gran duda si ayudaba a comprender los daños que puede generar el bullying o si fomentaba a ver al suicidio como una solución. ¿Por qué van a querer ver eso pidiendo elegir algo más agradable? Probablemente porque son adolescentes, con todo lo que eso implica los momentos de melodrama y los momentos de felicidad absoluta todo junto en 5 minutos.

Sinceramente, todos conviven o conocen o ven con algo relación con el bullying y con la muerte de alguien querido, ya sea victima de la inseguridad o simplemente por edad avanzada o lo que fuera, así que: ¿realmente se llega a algo no ofreciéndoles lecturas que traten el tema? Por lo menos estas lecturas los harán reflexionar y depende del entorno guiarnos en tales reflexiones. Pero lo peor de todo sería si ni siquiera reflexionan.
Los libros están para enseñarnos y ayudarnos a pensar. Estos temas son una realidad diaria actualmente, ¿no sería sobreprotegerlos y perjudicarlos? Nada se soluciona escondiéndolo.

A lo largo de la historia mucho cambio sobre la idea que se tenía de los chicos. En algún momento se los consideró igual que a los adultos, sólo que sin terminar el desarrollo físico (como si el cerebro se desarrollara por completo en los primeros años de vida). La generación de mis abuelos en su mayoría dejaban el colegio cuando aún no habían terminado el primario para ir a trabajar. Los adolescentes hasta no hacía mucho iban a la guerra (¿a los 18 años sos adulto o lo suficientemente adulto como para ir a una guerra?)

¿Como hacer de la transición de la niñez a la adultez lo más sencilla posible? No tengo ni idea. No creo yo haber terminado esa transición con mis 32 años. Pero estoy segura que sin debatirlo y sin pensarlo no.

Hace un tiempo en un viaje, me encontré con un madrileño en un Mango de Amsterdam, era el supervisor o algo por el estilo. Era abogado pero jamás había ejercido porque cuando se recibió, España estaba en crisis económica y no había trabajo para nadie por eso se fue a Amsterdam y empezó trabajando en el depósito de la marca hasta que fue ascendiendo. Pero ya con 34 años sabía que no tenía posibilidades de hacer una carrera con su profesión, la que había elegido, y que volver a España tampoco era muy factible. En seguida me mencionó todos los argentinos que habían emigrado a España en la crisis del 2001. Yo tenía 15 años en esa época y me acuerdo de mucha gente, conocidos míos que se fueron. Peor, no terminaba de entender porque no tenían futuro en el país por lo menos a corto plazo. En mi total ingenuidad le contesté que fue terrible que todos lo sufrimos y nos tuvimos que adaptar económicamente a vivir con menos. Con una gran sonrisa me contestó "Si, nunca es fácil, pero al lado de lo que les tocó vivir históricamente a mis abuelos, no me importa que me toque atravesar una crisis". El me lo decía por la guerra. En seguida me hizo entender, mi actitud era la de una nena de dos años que realmente no conoce los malos tiempos o que esperaba no conocerlos en toda su vida; lo cual es imposible. Tarde o temprano algún mal tiempo vamos a tener que vivir (ya sea por motivos personales o históricos). Y nunca se puede estar 100% preparado. Sólo podes ir mojándote los tobillos para evitar el baldazo de agua fría.

Por Tanuki Yuki.