Así como una versión avanzada de los diferentes distritos que se generaron acá en Capital Federal (distrito de arte, audiovisual de moda, según el barrio) allá existe una versión denominada La Milla de los Museos y como su nombre lo indica es un recorrido en el que podes encontrar todos los museos más importantes de New York, entre ellos MOMA y Guggenheim. Pero al margen de los obvios la gran sorpresa fue el Museo Copper Hewitt (2 E 91 St.).

Museo de diseño del Smithsoniano, el único en Estados Unidos dedicado a la historia del diseño, donde se pueden encontrar desde sillas, hasta vasijas y radios y textiles. Ubicado en la antigua mansión de Andrew Carnegie, construido en 1896 el museo en si ya es una belleza (sobre todo para los amantes del diseño). La inspiración para la creación de este tipo de museo surgió gracias al Museo de Artes decorativos de París. Es el primer museo Smithsoniano que se estableció fuera de Washington DC estableciéndose en la Mansión de Andrew Carnegie en 1970.

El laboratorio de conservación que integra el museo se abrió en 1978, este se concentra en la conservación de papeles y textiles. También, ya en el años 2012 el museo abre un nuevo sector con fines educativos en el barrio de Harlem.

El museo cuenta con un sistema muy moderno (al cual cuesta un poco acostumbrarse) en el que al ingresar te dan una especie de lápiz con un lector y al ver una pieza que te gusta podes pasar el lápiz por sobre el código de la pieza y se almacena el número de la misma.

Luego hay unas mesas gigantes donde al apoyar tu lápiz se despliegan todas las obras que guardaste y no solo podes leer más al respecto de las mismas sino jugar a modificar diseños en la misma pantalla. Después de semejante despliegue de tecnología e información no se podía esperar menos del Gift Shop que aparte de tener recuerdos super interesantes, tenía una colección de libros de diseño y arte hermosa, y con muchos ejemplares para los más chicos. Vale la pena tomarse un rato para recorrerlo todo.

Próximo post Taschen.
"Martin Fierro": Dibujo a tinta realizado por Juan Carlos Castagnino.
Fechado 1962

El 10 de noviembre, se celebra en Argentina el Día de la Tradición, fecha elegida en conmemoración del nacimiento del poeta argentino José Hernández (1834 - 1886), autor, entre otros, del poema narrativo Martín Fierro, obra que enaltece nuestra literatura gauchesca

En estos tiempos de globalización, parece difícil mantener viva la tradición y con ella nuestra identidad. Es por esto que creemos firmemente en la necesidad de conocer y conservar lo nuestro, para así poder defenderlo y amarlo, porque "no se ama lo que no se conoce”



La tradición se nutre del conjunto de valores, costumbres y creencias transmitidas de generación en generación de padres a hijos y de los diversos actores sociales que integran la comunidad.

Todos deberíamos saber que nuestra tierra es tierra aborigen, y que la poblaron muchos indios, gauchos, criollos e inmigrantes que dejaron la vida por defender lo nuestro y es la influencia de sus diversas culturas, la que ha contribuido a diversificar y enriquecer las costumbres argentinas.

Es justo, recordar también, que más adelante existieron referentes como José Hernández, Atahualpa Yupanqui, Florencio Molina Campos, por citar a los más conocidos, que lucharon desde distintas ramas del arte para que la tradición nunca muera, como anónimamente y desde diversas áreas, lo hicieron y lo hacen tantas otras personas.

 Ver: Martín Fierro

Nuestra literatura:
El gaucho Martín Fierro es un poema narrativo escrito por José Hernández en 1872, obra literaria considerada ejemplar del género gauchesco. Leopoldo Lugones lo califico como el “Libro nacional de los argentinos”

Martín Fierro es el prototipo del gaucho, cantor, hombre independiente, pacífico, valiente, conocedor del campo y sus actividades ganaderas y ante todo libre. Su carácter solitario es consecuencia de la pampa que habita, las injusticias que vive lo van transformando a lo largo de la obra.

Es muy importante en este sentido, la labor de los medios de comunicación, de los difusores, de los docentes, así como también de todos los que de alguna manera y desde cada lugar, hacen su aporte, para seguir manteniendo vivas nuestras tradiciones.
                                    

Nuestras danzas:
“Zambas y chacareras, gatitos y cuecas, escondidos y carnavalitos, van enhebrando un mundo animado por las pasiones y nos hablan de amores y desarraigos, de fantasías y desconsuelos. La danza es cortejo y celebración de la vida, es también resistencia y refugio en la desventura. La danza es deliciosa excusa para el roce de los cuerpos y ese momento fugaz en que se deja aletear el alma. Giros y contragiros en los que solazaron nuestros soldados en la tregua estrecha de las batallas. Dulce embriaguez del arresto en el que se anidaron amores. Suave caricia de los pañuelos cargados de sensualidad y misterio” brillante definición de Mónica Gutierrez en su comentario sobre el libro “Baile. Danzas Argentinas” de Mabel Ladaga  Ver: Chamame

Nuestras comidas criollas
La cocina tradicional argentina no es una sola, es más bien una combinación de comidas regionales interrelacionadas que se consumieron en el país a través del tiempo, provenientes de sus diversas regiones e influencias culturales de los habitantes de las mismas. 

                         (Ver)                                      (Ver)                                         (Ver)


El Mate: es la bebida tradicional por excelencia en Argentina, preparada con yerba mate, puede tomarse frío, caliente, dulce, con canela, miel, limón, amargo y de muchas otras formas  Ver: gastronomía

Nuestra música:
Atahualpa Yupanqui (que en quechua quiere decir "el que viene de lejanas tierras para decir algo"), es considerado el más importante músico argentino de folclore. Dejó innumerables obras para el cancionero argentino de raíz folklórica. Como escritor publicó: Piedra sola (1940), Aires indios (1943), Cerro Bayo (1953), Guitarra (1960), El canto del viento (1965), El payador perseguido (1972) y La Capataza (1992). De las 325 canciones de su autoría registradas oficialmente, pueden citarse La alabanza, La añera, El arriero, Basta ya, Camino del indio, Coplas del payador perseguido, Los ejes de mi carreta, Los hermanos, Indiecito dormido, Le tengo rabia al silencio, Luna tucumana, Milonga del solitario, Piedra y camino, El poeta, Las preguntitas, Sin caballo y en Montiel, Tú que puedes, vuélvete, Nada más, Viene clareando y Zamba del grillo, entre muchas otras.
Ver: Atahualpa Yupanqui

Ver: Ramón Ayala
Ver: Mercedes Sosa

    

Nuestras leyendas:
Conocer las leyendas, que han trascendido en el tiempo es entrar en la intimidad de los pueblos; es familiarizarse, dolerse y vivir en el espíritu de la gente. Nuestras leyendas están formadas por las que trajeron los españoles y las aportadas por los indígenas. Las principales leyendas argentinas, en versiones tomadas de la oralidad popular podemos agruparlas en cinco temas básicos: leyendas del mundo animal, del mundo vegetal, de ámbitos, de lugares y de la religiosidad popular y seres diabólicos, entre estas últimas las originadas en avistamientos de pobladores que dicen haber sobrevivido a la experiencia de encontrarse cara a cara con seres de espanto, algunas de ellos son: la mulánima, el pombero, el familiar, el lobisón, el súpay, entre otros.

                 

               (Ver)                                  (Ver)                            (Ver)                            (Ver)

Nuestro arte: 
          Florencio Molina Campos.
Es sin duda, uno de los más populares artistas plásticos locales, considerado “el pintor del campo argentino”. 



Les ponía fuerza y gracia a sus personajes, y su deseo era mantener la imagen y el conocimiento del gaucho o del paisano, como prefería llamarlo, y transmitirlo a sus contemporáneos y a las futuras generaciones.



Sus dibujos desprovistos de toda solemnidad académica para que tuvieran una fácil y rápida lectura, presentan dos rasgos característicos: uno de ellos son los minuciosos entornos en los que se desarrolla la acción, producto de su agudo sentido de observación...



El otro rasgo de importancia son los personajes que se desenvuelven dentro de ese ambiente: los gauchos, las chinas (mujeres), los pulperos, los mulatos, los perros y los caballos, auténticos arquetipos de la tradición gaucha que son propios de nuestras tierras, poseen una fisonomía de cualidades excesivamente caricaturescas.